20 escenarios naturales sorprendentes para celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente.
05/06/2018
martes 5 de junio, 2018
1. Lago Natron (Tanzania) En 2013, el fotógrafo Nick Brandt incluyó en su libro ‘Across The Ravaged Land’ (‘A través de la tierra devastada’) inquietantes imágenes de animales petrificados en el Natron, un lago salado endorreico localizado en el Gran Valle del Rift, en Tanzania (frontera con Kenia). Sus aguas tienen un pH tan alto y son tan cáusticas que queman la piel y los ojos de las criaturas que no están adaptadas a este medio tan extremo. Pero en el Natron hay vida: un pez en peligro de extinción –el ‘alcolapia alcalica’–, algas que proliferan y tintan el lago de su característico color rojo y bandadas de flamencos que se alimentan de dichas algas. La sosa acumulada en sus orillas forma una espuma blanca.
2. Isla de Senja (Noruega) La segunda mayor isla de Noruega se llama Senja, se localiza al norte del país y ofrece, en unas pocas horas de coche, un espectacular compendio de costa e interior. Mar, acantilados escarpados, pueblos de pescadores al abrigo de calas, montañas, lagos y bosques. El paisaje cambia dramáticamente según la época del año en la que lo visite el viajero, desde el sol de medianoche a las auroras boreales. Entre sus lugares de interés se encuentran el parque nacional de Ånderdalen, con bosques de pinos costeros y montañas, y el Troll de Senja, que es la escultura de un troll más grande del mundo.
3. Cráter del Ngorongoro (Tanzania) En los más de 260 kilómetros cuadrados de tierra fértil y llana que caben en el enorme cráter de Ngorongoro, en Tanzania, una de las mayores calderas volcánicas del mundo, se despliegan diversos ecosistemas, como sabanas, lagos y pantanos, entre otros. En este particular mundo encajado entre paredes de más de 600 metros de altura conviven unos 25.000 animales de distintas especies, incluidos los llamados cinco grandes: león, leopardo, elefante, búfalo y rinoceronte. Los safaris de turistas bajan en todoterreno por las paredes del cráter, alfombradas de un espeso bosque, para disfrutar de este espectáculo de la naturaleza.
4. Cuevas de Waitomo (Nueva Zelanda) Las palabras maoríes wai (agua) y tomo (hoyo) dan nombre a la zona de Waitomo, que en superficie es una tranquila población rural de verdes colinas en la Isla del Norte de Nueva Zelanda, mientras que, bajo tierra, se transforma en un laberinto de cuevas, ríos subterráneos y simas de paredes luminiscentes por la presencia de unas luciérnagas autóctonas; el viajero tiene la impresión de estar explorando la negrura de una galaxia cuajada de estrellas. Las cuevas se originaron por la presión de las corrientes subterráneas sobre la piedra caliza blanda durante miles de años. El goteo del agua ha ido moldeando estalactitas, estalagmitas y conos de rocas estratificadas que se pueden conocer a pie, en bote, en rapel o lanzándose en tirolina.
5. Desierto blanco de Farafra (Egipto) Hay un videoclip de Klaxons, banda inglesa de new rave, donde los músicos aparecen tocando en Sahara el Beyda, el desierto blanco de Farafra. Y ese entorno de ciencia ficción, espolvoreado de una capa de tiza color nieve y con sus características piedras calizas moldeadas por el viento y las tormentas de arena marcando el camino, le presta su potencia y su energía a la canción Echoes. Quienes lo han probado aconsejan encarecidamente acampar una noche en este parque nacional cerca de la ciudad de Farafra, en el oeste de Egipto, y contemplar las estrellas desde su inmensidad caliza. Quizás reciba la visita de los fenecs o zorros del desierto.
6. Montañas del Arco Iris de Zhangye Danxia (China) Danxia es el nombre que se le da en China a los paisajes formadas por capas sedimentarias de color rojizo. Pero, en realidad, las Montañas del Arco Iris de Zhangye Danxia, parque nacional geológico cerca de la ciudad de Zhangye, en el sudoeste del país, también presentan verdes, violetas, amarillos, azules o naranjas. Tal explosión cromática se debe a un lento proceso geológico mediante el que diferentes minerales se fueron depositando en capas que la acción de las placas tectónicas se encargó de arrugar, y el viento y la lluvia, de esculpir. Hay pasarelas de madera, vías de acceso y miradores para disfrutar de este paisaje declarado patrimonio mundial.
7. Lago Esmeralda (Canadá) El espectacular Esmeralda, flanqueado por bosque y dominado por picos nevados, es un buen epítome de lago de alta montaña. Se sitúa en el parque nacional Yoho de Canadá, en la Columbia Británica, a unos 1.300 metros de altitud, rodeado de la cordillera President –integrada en las de las Montañas Rocosas–, Wapta y el monte Burgess. Cuando el guía canadiense Tom Wilson lo descubrió accidentalmente en 1882 confesó que se quedó sentado en su caballo disfrutando de “la rara y pacífica belleza del paisaje”. Debe su color esmeralda a finas partículas de sedimento glacial suspendidas en el agua. Agua que se congela de noviembre a junio y se puede bordear mediante una ruta senderista de poco más de cinco kilómetros.
8. Pamukkale (Turquía) “Pamukkale” significa en turco “castillo de algodón” y da nombre a un blanco entramado de piscinas naturales de aguas termales, dispuestas en terrazas de piedra caliza y travertino que bajan, como cascadas petrificadas, por la ladera de una montaña. Esta famosa atracción se sitúa en la provincia de Denizli, en el suroeste de Turquía, y se salvó al ser declarada patrimonio mundial por la Unesco: había comenzado a ser invadida por hoteles que destruyeron parte de los restos de la antigua ciudad de Hierápolis, y estaba asolada por un turismo irresponsable. Los hoteles han sido demolidos, la rampa de asfalto construida a modo de acceso se ha cubierto de pozas artificiales donde darse un baño y está prohibido el uso de zapatos al pisar tanta blancura.
9. Lago Nakuru (Kenia) La reunión de más de millón y medio de flamencos atraídos por las algas que crecen en el Nakuru, uno de los lagos alcalinos del Gran Valle del Rift, en Kenia central, fue calificada por el ornitólogo Roger Tory Paterson, uno de los inspiradores del movimiento ecologista del siglo XX, como “el más fabuloso espectáculo aviar del planeta”. El lago está situado a más de 1.700 metros sobre el nivel del mar y da nombre a un parque nacional (nakuru en masái significa polvoriento) creado para proteger pastizales, bosques y una enorme diversidad biológica. El lugar perfecto para la observación de aves, y también del rinoceronte blanco.
10. Paisaje volcánico de la isla de Jeju (Corea del Sur) El paisaje volcánico y los túneles de lava de la isla de Jeju, en el suroeste de Corea del Sur, ha hecho triplete en la Unesco: patrimonio mundial, geoparque global y reserva de la biosfera. Abarca tres áreas diferenciadas que suman casi 19.000 hectáreas, algo más de una décima parte de la superficie de la isla: el Geomunoreum, uno de los sistemas de grutas formadas por túneles de lava más bellas del mundo, donde las oscuras paredes de lava contrastan con multicolores techos y suelos carbonatados; el cono de tuf de Seongsan Ilchulbong (pico del Amanecer, en la foto), una espectacular fortaleza que surge de las aguas del océano, y el monte Hallasan, la cumbre más alta del país, con cascadas, formaciones rocosas y un lago en su cráter.
11. Parque nacional Lençois Maranhenses (Brasil) Imagínese más de 155.000 hectáreas de paisaje copado por una sucesión de dunas de hasta 40 metros de altura y de lagunas de agua dulce que varían entre el verde y el azul, y donde el baño está permitido. Es el parque nacional de los Lençóis Maranhenses, que se extiende en la región nordeste del estado de Maranhão, en Brasil. Se asemeja a un gran desierto, salvo que aquí llueve 300 veces más que en el Sáhara, con oasis tropicales formados por las aguas pluviales aprisionadas entre las dunas (algunas llegan a tener hasta peces). Las lagunas Azul y Bonita son, quizás, las más famosas de este raro fenómeno geológico.
12. Río Caño Cristales (Colombia) Hay quien califica al Caño Cristales como el río más hermoso del mundo. Sus aguas transparentes nacen en la meseta sur de la Serranía de La Macarena, en el departamento colombiano del Meta, y dejan ver, como a través de un cristal, el colorido de las plantas acuáticas, la arena y las formaciones rocosas de su lecho. Amarillos, azules, verdes, rojos, negros. Por eso también se le conoce como el río de los cinco colores, aunque más que un río es un caño, como le llaman los lugareños, porque ni es muy ancho (20 metros, a lo sumo) ni muy largo (no más de 100 kilómetros). No está abierto al público todo el año, y la nueva temporada comienza en junio de 2018.
13. Lago Alsek en Alaska (Estados Unidos) Glaciares (Alsek y Grand Plateau Bay) con montañas majestuosas como telón de fondo es el impresionante paisaje que recibe a los viajeros al llegar al lago Alsek, en la costa pacífica de Alaska, desde el río homónimo, que nace en Canadá. El lago delimita, por el oeste, la reserva de la Bahía de los Glaciares, parque nacional estadounidense que protege más de un millón de hectáreas de montañas, glaciares en movimiento, costa salvaje y profundos fiordos. Las empresas de turismo activo que operan en la zona animan a los navegantes a remar entre los icebergs gigantes que flotan en sus aguas cuando el tiempo lo permite.
14. Gran Salar de Uyuni (Bolivia) Durante la temporada de lluvias, de diciembre a marzo, la sal se vuelve impermeable y el agua acumulada en la superficie transforma el Gran Salar de Uyuni en un enorme espejo. Es uno de los momentos mágicos de este desierto de unas 10.000 millones de toneladas de sal dispuestas en 11 capas de entre dos y 10 metros de espesor, a lo largo y ancho de 10.582 kilómetros cuadrados. Es, también, la mayor reserva de litio del planeta, y cuenta con importantes cantidades de potasio, boro y magnesio. Comenzó a formarse hace 40.000 años, por la evaporación de grandes lagos prehistóricos, en el Altiplano boliviano, a más de 3.600 metros sobre el nivel del mar.
15. Río subterráneo Puerto Princesa en Palawan (Filipinas) El espectacular paisaje kárstico de piedra caliza que se extiende en Palawan, provincia insular de Filipinas, incluye, como gran protagonista, al río subterráneo más largo del mundo, Puerto Princesa, con algo más de ocho kilómetros, y declarado parque nacional. En sus casi 6.000 hectáreas de superficie protegida acoge 11 ecosistemas diferentes, desde la selva húmeda de las montañas a los arrecifes del océano. Por debajo, aunque siempre omnipresente, el río atraviesa cuevas afiladas de estalagmitas y estalactitas, hogar de colonias de murciélagos, hasta desembocar en el oeste del mar de Filipinas.
16. Mar de Frisia (Países Bajos, Alemania y Dinamarca) Durante la marea baja es posible atravesar caminando el Mar de Frisia, o de Wadden, situado entre el litoral continental y las Frisias, cadena de islas e islotes que emergen del Mar del Norte en paralelo a la costa noroccidental de Europa, desde los Países Bajos hasta Alemania y el suroeste de Dinamarca. Esta llanura de marea de unos 450 kilómetros de largo, muy poco profunda, con grandes planicies arenosas que quedan a la vista, es muy rica en flora y fauna, en especial de aves. Limícolas, anatinos, anserinos, gaviotas y estérnidos. Los gobiernos de los tres países llevan desde 1978 trabajando conjuntamente en su protección y conservación.
17. Cavernas de Mármol (Chile) Catedral, santuario, capilla. Quienes describen las Cavernas del Mármol, conjunto de formaciones minerales de carbonato de calcio en la ribera del lago General Carrera, en la región chilena de Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo, suelen recurrir a las comparaciones con un templo religioso. Este Monumento Nacional incluye pilares y cúpulas naturales, cavernas e islotes, y se ha convertido en un gran atractivo turístico de la zona. Pequeñas embarcaciones zarpan desde Puerto río Tranquilo y recorren el interior de estas cuevas que la web de viajes BuzzFeed Travel ha incluido en un listado de los 27 lugares más surrealistas que hay que visitar antes de morir.
18. Monte Bromo (Indonesia) No se encuentra entre los volcanes más grandes de Indonesia (mide 2.329 metros), pero sí es uno de los más activos –acumula más de 50 erupciones en el último cuarto de siglo, la más reciente en 2011–, y probablemente el más bello. Visitantes de todo el mundo acuden al vecino monte Penanjakan para ver los espectaculares amaneceres sobre el Monte Bromo (en la foto, abajo a la izquierda, humeante), parte del macizo de Tengger, al este de Java. Aparece con sus volutas de humo blanco elevándose al cielo, flanqueado por los montes Batok (inactivo) y Semeru, que alcanza los 3.676 metros de altura y es uno de los volcanes más activos del país.
19. Parque nacional Tsingy de Bemaraha (Madagascar) En lengua malgache, tsingy significa “donde no se puede caminar descalzo”. Una expresión muy apropiada para describir este bosque pétreo, erizado de agujas de piedra caliza afiladas como navajas, modelado por la lluvia, la erosión y las aguas subterráneas en el enorme macizo calcáreo de Bemaraha (costa occidental de Madagascar). Cañones, gargantas, bosques, lagos y manglares con una enorme biodiversidad adaptada a sus extremas condiciones y multitud de endemismos. Todo el conjunto está protegido y declarado patrimonio mundial. Dicen los expertos que algún día esta frágil formación geológica terminará por desaparecer.
20. Volcanes de lodo de Azerbaiyán Un volcán de lodo es más pequeño que uno de lava, y se produce por la excreción de gases y líquidos que se encuentran en el subsuelo, por debajo de una capa arcillosa, y de agua. Todo esto es empujado hacia la superficie, formando un cráter con una laguna de lodo a la que acuden a rebozarse viajeros que creen en sus propiedades medicinales. Los expertos estiman que 300 de los alrededor de 700 volcanes de lodo que se calcula que hay en todo el planeta se encuentran en el parque nacional de Gobustán, junto al Mar Caspio. Con ejemplos notables como los cráteres Firuz, Gobustán, Salyan, Boyuk Khanizadagh y Turaghai (que figuran entre los más grandes del mundo) o Lokbatan, considerado uno de los más activos.
Fuente: elviajero.elpais.com
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